Semillero de Oportunidades en Puente Ladrillo: cuando la lectura abre puertas y los sueños toman forma
En el marco de la iniciativa «Tengo derecho a soñar» que se desarrolla estos días en el VI Salón del Libro Infantil y Juvenil de Salamanca «LEER nos da sueños», el proyecto Semillero de Oportunidades de Ecotono – Puente Ladrillo demuestra que la lectura, la educación y la cultura pueden transformar barrios enteros.
En el barrio salmantino de Puente Ladrillo, donde las dificultades conviven con una enorme vitalidad comunitaria, un proyecto educativo está demostrando que las oportunidades pueden crecer incluso en los rincones, de primeras, inesperados. Se trata del Semillero de Oportunidades, impulsado por Casa Escuela Santiago Uno y la Fundación Mil Caminos, y acompañado por dos profesionales que creen firmemente en el poder de la educación: Laura y Teresa.
Su puesta en común tuvo lugar estos días en el marco del VI Salón del Libro Infantil y Juvenil de Salamanca, cuyo lema de este año es «LEER nos da sueños». Y pocos lugares representan esa idea de forma tan nítida como esta iniciativa que se ha presentado dentro del ciclo «Tengo derecho a soñar», una declaración que aquí cobra un eco profundo.
Teresa recuerda el inicio del proyecto como una intuición clara: “Muchos chicos y chicas dejaban los estudios por motivos que iban mucho más allá de lo académico. Así que pensamos: si no vienen a la formación, acerquemos la formación a su vida cotidiana. Y funcionó. Crear una FP Básica dentro del propio barrio cambió la relación de los jóvenes con la educación”.
Ese cambio hoy tiene rostro, nombre y apellidos. Uno de esos rostros es el de Rocío, antigua alumna que ahora trabaja con ellas en la ludoteca. “Que los niños digan que quieren ser como Rocío o como Samara —cuenta Laura— nos emociona profundamente. Porque ellas representan algo que antes no existía: referentes cercanos, jóvenes del propio barrio que estudian, trabajan, participan, sueñan”.
El Semillero se desarrolla en dos espacios municipales —la ludoteca y el centro de apoyo al estudio— que funcionan como auténticos hubs socioeducativos. Allí se atiende a niños y niñas desde los tres años, se acompaña a adolescentes en su proceso formativo y se trabaja con familias que, muchas veces, estudian al mismo tiempo que sus hijos. “Ese espejo es poderoso”, dice Teresa. “Ver a tu madre estudiando al lado te cambia la percepción de lo que es posible”.
La lectura atraviesa el proyecto como una herramienta silenciosa pero esencial. Laura lo explica con la naturalidad de quien lo ve cada día: “Cuando los niños leen cuentos, preparan un pequeño teatro o participan en la escuelita musical, su mundo se expande. Se sienten capaces, imaginativos, valiosos. Leer —como dice el lema del Salón— realmente les da sueños”.
Entre los jóvenes, aparece también la curiosidad como motor transformador. Teresa sonríe al hablar de una de sus alumnas: “Todavía le cuesta abrirse, pero es una apasionada de la historia. Lee todo lo que cae en sus manos. Y esa curiosidad es un regalo porque te impulsa a seguir adelante incluso cuando todo lo demás se complica”.
El Semillero no sólo refuerza aprendizajes: abre perspectivas. “Lo importante —dice Teresa— es que comprendan que los sueños no son un lujo. Son un derecho. Y que estudiar puede ser un camino para construir la vida que desean”.
Mientras nos despedimos, Laura resume en una frase el espíritu del proyecto y del propio Salón del Libro: “En Puente Ladrillo, leer no sólo da sueños: les da permiso para imaginarse en ellos. Y nuestro trabajo es acompañarlos hasta que un día descubran que pueden volar solos.”